Darse un paseo por Alcalá de Henares es apreciar el sabor inconfundible y añejo de lo mejor del renacimiento y el barroco. Es como estar leyendo un libro de arte e historia al aire libre. No en vano, la cuna de Cervantes, porque fue aquí donde nació el célebre padre del Quijote, es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1998.
Tengo amigos en Alcalá que me comentan en más de una ocasión que, si su ciudad estuviese más alejada de Madrid, otro gallo le cantaría. La sombra de la capital de España es demasiado alargada para la vieja Complutum romana, de ahí el nombre de Universidad Complutense. Porque, para universidad, la de Alcalá de Henares, fundada por el Cardenal Cisneros en el 1498, ahí es nada. De ella surgió la Biblia políglota complutense en 1517.
Precisamente la sede de esta universidad tan longeva es el Colegio de San Ildefonso, construido a principios del siglo XVI. Con él podemos empezar nuestro recorrido por las calles de Alcalá de Henares. Impresionante su fachada plateresca, o el patio por el que se accede al Paraninfo y, especialmente, a la Capilla de San Ildefonso, que alberga el sepulcro en mármol del Cardenal Cisneros.
Bajando desde la Universidad llegamos hasta el lugar exacto donde, según cuenta la tradición, fueron degollados en el siglo IV los Santos Niños Justo y Pastor. Hoy se levanta allí la Iglesia Magistral, en cuya cripta se encuentran las reliquias de los santos, y que también acoge el sepulcro de Gregorio Fernández.
Hay otros edificios en este conglomerado de calles renacentistas y barrocas que es Alcalá de Henares que no podemos dejarnos atrás, como el Palacio Arzobispal, del siglo XVI, los conventos de la Madre de Dios y San Bernardo y, claro, la Casa de Cervantes, exactamente en el mismo lugar en el que se hallaba la casa natal del escritor. La veréis en la Calle Mayor, cerca de la Casa de la Entrevista, histórico rincón en el que los Reyes Católicos recibieron a Colón antes de que el navegante partiera para América.
Esta es la Alcalá de Henares que en el siglo XVI llegó a acoger hasta más de doce mil alumnos, la que desgraciadamente perdió buena parte de su prestigio cuando su universidad fue trasladada a Madrid en 1836. De todas maneras no creo que haya perdido el sabor añejo de aquella ciudad esplendorosa de los siglos XVI y XVII. El renacimiento y el barroco tienen en ella rincones envidiables, imposibles de prescindir para cualquier buen turista que se precie.
Foto Vía Historietas a Concurso