Dueñas es una preciosa localidad de la provincia de Palencia (Castilla-León). Se encuentra ubicada en la confluencia de los ríos Carrión y Pisuerga (ambos afluentes del río Duero) y en la frontera de las comarcas de Tierra de Campos y El Cerrato. Se halla a 17 kilómetros de Palencia, a 32 kilómetros de Valladolid y 241 kilómetros de Madrid.
Adquirió abolengo durante el siglo XIV, cuando se instaló aquí Juana de Castro, esposa de Pedro el Cruel. Otros ilustres huéspedes serían los Reyes Católicos, que residieron temporalmente en Dueñas en 1469.
Si bien la fisonomía urbana de Dueñas es típica de una ciudad del siglo XVI, es en origen una ciudad medieval, desarrollándose en la Alta Edad Media en una localidad castellana de cierta entidad, rodeada por murallas y presidida por un poderoso castillo fortaleza.
El casco histórico de Dueñas ha sido declarado Conjunto Histórico Artístico y conserva su trazado medieval con callejas angostas de caprichoso plano, soportales y amplios voladizos. No faltan mansiones señoriales con escudo de armas.
Luego, hay que acudir a la iglesia de Santa María (siglo XIII). Se trata de un templo de transición del románico al gótico. Se reformó varias veces entre los siglos XV y XVIII. Presenta una planta de tres naves cubiertas por bóveda de arista y de crucería. Sobresale su espléndido retablo mayor. La imagen de San Isidro Labrador se atribuye a Gregorio Fernández, maestro de imagineros castellanos del siglo XVII.
También llama la atención el Convento de San Agustín. Del antiguo complejo monacal perviven íntegrsos la iglesia y parte del claustro (Patio de Arcos). El templo fue erigido en el siglo XVI. Además, recomiendo visitar el Palacio de los Acuña, una mansión señorial de adusta prestancia exterior (siglo XV).
Por último, a cinco kilómetros de Dueñas, se encuentra el Monasterio de San Isidoro, también conocido como La Trapa. Del siglo XI en estilo románico. De este tiempo conserva la iglesia conventual que siguió los cánones constructivos de San Martín Fromista. Se puede escuchar a los monjes, al atardecer, entonar el canto de la Salve gregoriana.
Foto vía Panageos