Los orígenes del arte mudéjar hay que buscarlos en el reino castellano-leonés, en las postrimerías del siglo XI, si bien el reino de Aragón prosperó y perduró desde el siglo XII hasta bien entrado el XVII. Su herencia pervivió largo tiempo llegando a imbicarse en el barroco y se concentró principalmente al sur de la ciudad de Zaragoza.
El mudéjar es un arte ecléctico que nace como manifestación de una compleja sociedad en la que conviven las tres grandes religiones. En este arte sobresalen el uso de materiales sencillos, las yeserías, los azulejos, las incrustaciones de cerámica, las torres-campanario y su belleza singular.
En primer lugar, destaca la formidable torre de catedral de Santa María de Mediavilla de Teruel (1257). Tiene planta cuadrada y en su cuerpo inferior se abre un gran arco apuntado sobre el trazado de la calle.
Otro ejemplo local de templo con torre-puerta es el de San Pedro. Las de San Martín y El Salvador a su vez el modelo alminar almohade, con dos torres, la primera envolviendo a la segunda, comunicadas por escaleras y profusamente decoradas.
En Zaragoza, se encuentra el grandioso palacio de la Aljafería, del siglo XI otrora residencia de recreo de Abu Jafar Ahmed. Fue ampliado en estilo mudéjar entre los siglos XIV y XV por los monarcas cristianos Pedro IV y los Reyes Católico; hoy en día, es sede de las Cortes Generales de Aragón.
También en Zaragoza se encuentra la iglesia de San Pablo que cuenta con una hermosa torre en cuya planta poligonal se hace patente ya el influjo italiano. Además, en la capital mañana hay que ver la iglesia de la Magdalena, la parroquia de San Miguel y los templos de San Gil Abad y San Miguel de los Navarros.
El otro vergel del mudéjar aragonés se halla en la comarca de Calatayud. De su vasto y rico patrimonio son muestra la iglesia de la Asunción, en Cervera de la Cañada, o la de Santa María, en Tobed, que junto con la de San Félix de Torralba de Ribota es el mejor prototipo de iglesia-fortaleza.
Por último, en Calatayud, sobresale la colegiata de Santa María de Calatayud, con una soberbia torre de planta octogonal. Muestra la intríseca capacidad ya citada del mudéjar par hibridarse con otros estilos; en este caso, el renacentista.
Foto vía Viajes con Destino