El Parc del Laberint es el más antiguo de los cuantos aún se conservan en Barcelona, la capital de Cataluña. Fue levantado a fines del siglo XVIII por el arquitecto Doménico Bagutti, y desde entonces cuenta con el aura de misterio que los caracteriza. Se trata de un bello rincón barcelonés que merece ser visitado.
Hasta el año 1971 fue propiedad de Joan Antonio Desvalls, marqués de Llúpia y Alfarrás, fecha en la cual comenzó a pertenecer al patrimonio municipal y acto seguido fue inaugurado como jardín público. Las poco más de nueve hectáreas que ocupa suponen uno de los mejores ejemplos de jardines neoclásicos del siglo XVIII tanto en Barcelona como en España.
Este precioso parque se divide en tres niveles. En el superior se encuentra el depósito de agua que se usa para regar el jardín; en el intermedio se pueden ver templetes y cúpulas de estilo toscano (al estilo italiano se debe claramente a su arquitecto original); y el nivel inferior alberga el laberinto de cipreses que da el nombre popular al espacio.
Asimismo, todo el conjunto se encuentra rodeado por un bosquete de pinos. Su aspecto salvaje le otorga cierto aire de romanticismo y recogimiento. En su interior se puede contemplar dos edificios.
Uno es la sede del Centro de Formación del Laberinto, erigido en estilo neoclásico, y el otro, adosado al anterior, si bien de hechuras e historia independientes, es la Torre Subirana, una de las torres defensivas que se levantaron en las proximidades de Barcelona durante la Edad Media.
Entre el laberinto y el passeig de la Vall d’Hebron se encuentra el Velodrom Municipal d’Horta. Se levantó en 1984 cuando fue diseñado por Rius y Borrell. En el mismo año de su construcción consiguió el premio FAD de arquitectura y diseño.
Alrededor de este complejo deportivo, se extiende el campus universitario de la Vall d’Hebron, dependiente de la Universitat de Barcelona. El ambiente resulta de lo más animado, a pesar de estar ubicado en las afueras de la Ciudad Condal.
Foto vía B & B Quadrat d’Or