Desde las entrañas de la isla canaria de Tenerife, envuelto en un mar de nubes que generan los vientos alisios, se eleva el pico del Teide, techo de España. Este espectacular monumento de la historia de la tierra constituye la tercera estructura volcánica más alta y voluminosa del planeta y como tal es también un laboratorio único de estudios geológicos.
El Parque Nacional de las Cañadas del Teide es el último de los bienes españoles inscritos en la lista del Patrimonio de la Humanidad y el mayor y primero de los cuatro Parques Nacionales de las Islas Canarias.
Tras diferentes revisiones y ampliaciones abarca una superficie de 18.990 hectáreas agrupadas geológicamente entorno a dos grandes depresiones o calderas separadas por los Roques de García y coronadas por el Teide, que con sus 3.718 metros de altitud hunde sus orígnes en el remoto Pleistoceno.
Los impresionantes conos volcánicos y las coladas de lava, las cuevas y los domos abundan en un tereno cuya altitud no desciende nunca de los 2.000 metros. Las fumarolas existentes en las zonas próximas al cráter y las señales de erupciones recientes, de unos centenares d años, atestiguan la actvidad de este estrato-volcán en fase terminal.
Las condiciones que este terreno impone a la vida son muy exigentes y pocos animales superiores pueden adaptarse a ellas: aves como el emblemático pintón azul del Teide, el cernícalo o el típico canario; reptiles como el lagarto tizón y algún mamífero como las cinco especies distintas de murciélagos que aquí habitan o el erizo moruno. Más abundantes son los insectos.
También es sorprendente la adaptación de la flora a la tiranía climática del volcán y su entorno, con 212 especies de plantas superiores y helechos, de las que 58 son endemismos canarios, tres de ellas en peligro de extinción y 12 en situación vulnerable.
Entre la flora destacan el tajinaste rojo, el rosal del Guanche, el alhelí, la margarita del Teide y la delicada violeta del Teide.
Foto vía Canarias.com