Seguro que muchos turistas pasean por Pontevedra sin saber que caminan por la antigua Vía XIX romana. Allí hunde sus raíces inmemoriales la capital pontevedresa. Sin embargo, lo que nos rodea tiene una planta medieval que no hay quien se la quite, como diría un buen amigo.
Calles, plazas, iglesias y conventos saludan al caminante que se prenda de Pontevedra. Desde la Iglesia de San Francisco, del siglo XIII, hasta la de San Bartolomeu o Novo, terminada en el XVIII, pasando cómo no por la Basílica de Santa María a Maior, tal vez el templo más importante de la ciudad.
Porque Pontevedra ofrece en la impronta de sus muros todos los estilos arquitectónicos. Y dentro de cualquiera de estas tres iglesias anteriores el arte en forma de pinturas, sepulcros y esculturas es unánime.
En el centro de la ciudad hay otra de esas iglesias que llama la atención al caminante, el Santuario de la Virxe da Peregrina, construida en el siglo XVIII. Fijaros en el detalle curioso de su fachada en forma de vieira, la célebre concha de los peregrinos que van en busca de Compostela.
Pasear por el entramado de viejas rúas del centro de Pontevedra es un encanto de siglos que no ha de perderse. En el laberinto de ellas un grupo de pequeñas plazas con soportales invitan al turista a tomar unos vinos en sus tabernas. Enormes casas nobiliarias, pazos de piedra y granito que desde el siglo XV respiran el aire de esta ciudad, dan sombra al centro histórico pontevedrés.
De Pontevedra busco el sol de la Plaza da Ferrería, además del encanto de rincones como la Plaza do Teucro, o la de Méndez Núñez, además de la célebre de la Leña, donde frente a sus soportales se abre un abanico de terrazas en las que degustar lo mejor de la cocina local.
Para mí, el centro histórico de Pontevedra es uno de los mejores de Galicia. Perderos en él para ir en busca de la Iglesia de Santa María, una de las más hermosas de Galicia, o simplemente subir y bajar por sus rúas, en un recorrido de nombres de plazas y calles que os recordarán viejos oficios.
La vieja Pontevedra es una red de tupidas casas de piedra. El encanto de sus cruceiros y sus sombras de granito merecen ser recordadas por mucho tiempo.
Foto Vía Plato Fondo
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